#ElPerúQueQueremos

Edificio Watergate

LA LIBERTAD SE DOBLEGA

Publicado: 2014-04-21

Prosigo con mi lectura sobre el FBI, la exhaustiva investigación hecha por el estadounidense Tin Weiner, reportero de The New York Times, ganador del Premio Pulitzer. Ya había leído de él “Legados de Cenizas, la historia de la CIA”. La historia, decía Edward Gibbon en su Historia de la decadencia y caída del Imperio romano, es “poco más que el registro de los crímenes, locuras y desventuras de la humanidad”. Los anales de la CIA como los del FBI estadounidenses están llenos de locuras y desventuras, junto con actos de valentía e ingenio. En la historia del FBI (Oficina Federal de Investigación) destaca la figura de J. Edgar Hoover, hombre astuto e ingenioso que nunca dejó de observar a sus enemigos. Fue uno de los padres fundadores de la inteligencia estadounidense y el artífice del moderno Estado vigilante. Cada huella digital archivada, cada byte de datos biográficos y biométricos contenidos en los bancos informatizados del gobierno, le deben su existencia. Hoover fue un Maquiavelo que manipuló magistralmente la opinión pública y que practicó la guerra política y el secretismo en aras de la seguridad nacional, a menudo saliéndose de la ley y a expensas de la moralidad. Combatió el comunismo y el terrorismo con una pasión arrolladora durante cincuenta y cinco años.

Desde la década de 1940, y hasta el día de su muerte, el 2 de mayo de 1972, Hoover supo prever las apocalípticas amenazas a las que hoy se enfrentan los Estados Unidos. Bajo su mando, el FBI violó las libertades de la Carta de Derechos para imponer los poderes del presidente como comandante en jefe. 

De ahí que el historial del FBI esté plagado de detenciones y retenciones ilegales, allanamientos, robos, escuchas telefónicas e instalación de micrófonos ocultos bajo los auspicios del presidente estadounidense. ¿Y qué podría suceder si el presidente de turno y su equipo político deciden por su cuenta anulas a sus opositores haciendo uso de ese “aparato ilegal” que usado tantas veces por el FBI y la CIA para combatir a sus enemigos?

Ahí está Nixon y el caso Watergate. A principios de 1972, el equipo de Nixon se propuso colocar dispositivos de espionaje en los teléfonos del Comité Nacional Demócrata, en el edificio de apartamentos Watergate de Washington, D. C. El intento fracaso. El 15 de setiembre de 1972 fueron arrestados unos hombres por colocar micrófonos ocultos en la sede central del Partido Demócrata. Luego de las primeras pesquisas, las altas esferas del FBI sabían que la conspiración y el encubrimiento se habían orquestado en la Casa Blanca. El gobierno de Nixon decidió encubrir su participación en el escándalo. Al cabo de seis días de haber sido descubierto el allanamiento, Nixon le sugirió a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) que ordenara al FBI suspender sus pesquisas, so pretexto de que la seguridad nacional estaba en juego. De hecho, el allanamiento sólo fue unos de los aspectos de una campaña organizada, cuyo fin era localizar y destruir a las personas que el gobierno veía como sus “enemigos”.

Esas actividades incluyeron el uso de recursos de espionaje, allanamientos y recaudación de fondos en forma ilegal. Para asegurarse el favor del FBI, Nixon colocó después de la muerte de Hoover, a Pat Gray a cargo de la Oficina, es decir, una marioneta a quien se podía manipular. Esto provocó un malestar general en la institución, ya que el cargo del Director, como primera opción, le correspondía a Mark Felt, el legítimo heredero de Hoover. Este hecho llevó a Felt y sus aliados a filtrar los secretos del Watergate a la prensa unas semanas antes de las elecciones de noviembre de 1972. Felt se haría célebre treinta y tres años después cuando confesó que él era el hombre conocido como “Garganta Profunda”, la fuente de información del FBI que ayudó al Washington Post a contrastar los datos de los sensacionales reportajes de Bob Woodward y Carl Bernstein sobre la investigación del Watergate. Pero Felt no fue el único. 

Muchos agentes de los altos mandos del FBI tomaron la decisión de filtrar a la prensa todo dato que pudiera esclarecer aquel caso tan espinoso, y lo hacían porque la Casa Blanca estaba obstruyendo la investigación. Ese fue el principio del fin de la presidencia de Richard Nixon. Sin el FBI, los periodistas habrían estado perdidos. El Washington Post y la revista Time fueron los primeros en sugerir que en el caso Watergate había más de lo que a primera vista parecía. Cuando Nixon vio que la mayoría demócrata del Congreso instituía un proceso de impugnación contra él, y que las evidencias en su contra crecían como la espuma, decidió renunciar a su cargo el 9 de agosto de 1974. Su vicepresidente, Gerald Ford, cuando asumió la presidencia, le otorgó el perdón; de ese modo, impidió cualquier posible acusación judicial en su contra en el futuro. ¿Cómo se hubieran dado las cosas si Hoover hubiera estado vivo?

Johnson le había dicho a Nixon que contara con Hoover, y sólo con Hoover, para mantener sus secretos y proteger su poder. “Dependerá de él una y otra vez para mantener la seguridad. Él es el único en el que puede depositar toda su confianza”.

Pero Nixon no depositaba toda su confianza en nadie; ni siquiera en Hoover, un hombre al que calificaba como “mi mejor y más cercano amigo personal en la vida pública”. Llevaban siendo “compinches”, en expresión del propio Nixon, más de veinte años. Hoover lo había guiado cuando era un inexperto recién llegado al Congreso en 1947. Su tutela en las tácticas políticas de la guerra contra el comunismo había representado la primera experiencia de poder de Nixon. Habían compartido sus pensamientos en confianza cientos de veces a lo largo de la década de 1950. Hoover nunca había perdido el contacto con Nixon, y le había proporcionado asesoramiento político durante su largo exilio de Washington. 

Hoover había, sido pues, algo más que una fuente de información secreta: era un asesor político de confianza y nunca había dejado de alimentar el temor de Nixon a la subversión política. Nixon también aprendió a Hoover cómo mentirle al Congreso sobre las escuchas telefónicas sin que lo pillaran.

Estoy convencido de que si Hoover hubiera estado cuando se dio lo de Watergate, le hubiera dado una mano a su viejo amigo para que sorteara el problema. Ambos tenían algo en común, su desprecio hacia el comunismo, que en Hoover parecía algo patológico. Su odio hacia el comunismo fue tan obsesivo, que a fines de la década del cincuenta salió a la luz “Maestros del engaño”, un texto donde el Director de FBI llama al comunismo una religión falsa encaminada a destruir la civilización occidental. Dice Hoover en el preámbulo de su libro:

“El comunismo es algo más que una doctrina económica, política, social o filosófica. Es una forma de vivir, una falsa “religión” materialista. Se propone arrancar al hombre su creencia en Dios, su tradición de libertad, su fe en el amor, la justicia y la misericordia. Bajo el comunismo, todos se transformarían, como muchos se han transformado ya, en esclavos del siglo veinte.

Desde 1917 he observado con gran preocupación el surgimiento del comunismo internacional, y especialmente los esfuerzos comunistas por infiltrarse e infectar nuestra forma norteamericana de vida. El Partido Comunista Norteamericano nació en 1919 como grupo pequeño, desorganizado, de fanáticos. Ahora es un grupo de conspiradores, con un propósito fijo, que funciona en condiciones modernas, como parte de una revolución. Es indudable que los Estados Unidos son al presente el blanco principal del comunismo internacional.

(...) No debemos olvidar que el Partido Comunista es un estado dentro de otro estado. Tiene su sistema propio de “tribunales”, asambleas legislativas, escuelas y prensa. Impone sus propias leyes, establece sus propias normas de conducta y señala su propio camino a Utopía. El miembro del Partido puede residir corporalmente en lo Estados Unidos, pero “vive” en un “mundo” comunista.

Además, el Partido hace las veces de una “correa transmisora “por medio de la cual se impone la mentalidad soviética, tanto directa como indirectamente, a muchos miles de norteamericanos. El propósito del Partido es producir un camarada “políticamente maduro” – un “hombre comunista” – que trabaje incesantemente en favor de la revolución que convierta a la postre a los Estados Unidos en parte del sistema soviético”. (“Maestros del engaño”, J. Edgar Hoover, Editorial Letras, S.A. México, D.F., 1960). 

En la actualidad con los “destapes” de Julian Assange a través de Wikileaks y las denuncias hechas por Edward Snowden sobre el espionaje masivo de la CIA, se ha puesto en evidencia que las malas artes de hombres como Hoover y Nixon se han dado, se dan y se darán siempre en aras de la “seguridad nacional”. Termino este breve artículo con las palabras que Alexander Hamilton, economista, político, escritor, abogado y soldado estadounidense, escribió en 1787:

“La seguridad frente al peligro externo es la más poderosa directriz de la conducta nacional. Hasta el ferviente amor a la libertad, con el tiempo, dará paso a sus dictados. La destrucción violenta de la vida y la propiedad inherente a la guerra, el continuo esfuerzo y alarma que conlleva un estado de constante peligro, obligaran a las naciones más apegadas a la libertad a buscar su sosiego y seguridad en instituciones que tienen tendencia a destruir sus derechos civiles y políticos. Para estar más seguras, finalmente se mostraran dispuestas a correr el riesgo de ser menos libres”.


Escrito por

Guillermo Delgado

Poeta, narrador y ensayista con más de 25 años de trayectoria en la literatura nacional.


Publicado en