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Los duendes de la camarilla

De la política peruana.

Guillermo Delgado

Publicado: 2014-03-13

La política ha sido, es y será un afán de poder, antes que cualquier otro tipo de motivación. Los que se introducen en esa olla se esmeran, trabajan, conspiran y recurren a todo tipo de mañas para conservarlo; cuando la baraja de la jerarquía cambia de mano, se apuran a colocarse al lado del nuevo croupier para ver si les toca buenas cartas. 

El político apela a diversas armas, no sólo a la de los caballeros reñidos con las normas del Marqués de Cabriñana (pistola o sable), sino también a las de los salteadores (navaja, ganzúa y pata de cabra). Este asunto de la revocatoria de la Alcaldesa de Lima demuestra una vez más que los que incendian con su voz de protesta lo que ayer idolatraron suelen ser mezquinos y por ende, sus opiniones orillas la inverosimilitud. De esta revocatoria se aprovecharan los emboscados del aprismo y sabandijas ex políticos cuya reputación está manchada de pequeñeces e infamias.

Basta dar una mirada retrospectiva a nuestra historia republicana para ver como los demócratas de antaño despotricaban de las dictaduras civiles o militares. Así blasfemaron de Leguía, de Benavides, de Sánchez Cerro y de Odría. Así endemoniaron a Velasco, el presidente que entró pobre y salió del poder pobre y mutilado. Se dice de ellos que apelaron a las intrigas, zancadillas y caballazos; pero los hechos han demostrado con creces que los gobiernos democráticos, aunque parezcan muy finos, son también campos de batalla donde intrigar, eliminar y obstaculizar, son medios decisivos para lograr un fin: el asalto al erario público y tribuna para los grandes negociados.

Ahí están las cuantiosas rapiñas de Fujimori, Toledo, Alan García y sus compinches de turno (congresistas, ministros y altos funcionarios públicos).

¿Tuvieron Benavides, Odría o Velasco el dinero necesario para comprar un lujoso departamento en París o una casa de 830, 000 dólares como ha tenido el afortunado líder del APRA, Alan García Pérez? ¿Tuvieron una suegrita guardosa capaz de adquirir un inmueble por un valor de 3, 750,000 dólares como ha tenido Alejandro Toledo? Claro que no, pues parece que en Benavides, Odría y Velasco dormía aun, a pesar de los errores garrafales que hayan podido cometer, un cúmulo de decencia.

Albert Camus dijo que no son los fines los que justifican los medios, sino los medios los que justifican los fines. Ir a las urnas y elegir libremente un presidente me parece un acto noble, pero, establecer un gobierno democrático que defiende la libertad de prensa (¿Libertinaje?), apoya la inversión privada (¿Explotación del trabajador sin derechos a reclamar una remuneración justa?) y otras dádivas democráticas más, mientras la corrupción campea por doquier y los presidentes, ministros y congresistas saquean las arcas del Estado, eso ya es desnaturalizar el objetivo y encontrar un mero pretexto para dar rienda suelta para intenciones soterradas que no rigen con la ética y la moral.

Pero los Fujimori, los García y los Toledo existen y existirán, mientras no haya un rechazo conjunto de aquellos que los eligieron, mientras la prensa parametrada y prostituida por la publicidad del Estado y de las grandes empresas financieras o inmobiliarias haga de la vista gorda y oídos sordos.

¿Y qué decir de nuestros laureados intelectuales? ¿Acaso ignoran la rapiña de los Toledo y los García y sólo tienen ojos para ver los de Fujimori? Su silencio los hace cómplices en el delito.

En todo gobierno hay delincuentes y manejos delicados. Benito Pérez Galdós en uno de sus Episodios Nacionales los llama “los duendes de la camarilla”. Duendes y camarillas son, lamentablemente, el aliño del poder, y más aún en el Perú donde prima el canibalismo político y la verdad y la justicia son una desoladora ausencia.


Escrito por

Guillermo Delgado

Poeta, narrador y ensayista con más de 25 años de trayectoria en la literatura nacional.


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